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Jóvenes rebeldes de usar y tirar
Teds, mods, rockers, hippies, skinheads, punks, hipsters... ¿y ahora qué?
Joe Szabo
A lo largo de los últimos treinta años aproximadamente, la mayor parte de la gente ha elegido perseguir la recompensa de la conformidad en lugar de los frutos de la revolución. Lo que han dejado consigo son desagradables y estúpidas vidas, desagradables y estúpidos lugares y un planeta justo al filo de la destrucción por los esfuerzos del capitalismo en seguir alimentándoles con nuevas promesas de felicidad de usar y tirar.
Sin embargo, el pensamiento de que uno está desperdiciando su vida no es un pensamiento agradable, y los ciudadanos respetables, donde quiera que estén, han recorrido grandes distancias para evitarlo. Han erigido elaboradas arquitecturas de mentiras y auto-decepciones en un intento de persuadirse a sí mismos, y al resto, de que sus trabajos no son insignificantes tonterías dirigidas por desdeñosos jefes a fines absurdos, que sus familias no son desolados búnkeres de mutuo desdén y confinamiento compartido, que su ocio y sus amistades no son colecciones de juegos inconsecuentes e intereses insustanciales, que sus vacaciones no son vanas caminatas a través del saqueo, que sus formas de pensar evitan la vulgaridad común y no son totalmente falsas, que sus placeres no son terriblemente pequeños.
Se aferran a estas ilusiones con feroz desesperación; pero toda esta asamblea de fantasmas mentirosos y parodias horrororas es una asamblea frágil, y está amenazada por las incursiones de la delincuencia. Hasta tal punto que la delincuencia previene a los ciudadanos respetables de percibirse erróneamente a sí mismos como personas felices y libres, bendecidas por enriquecedoras experiencias, y que continuan creciendo como personas; esto provoca su furia. Amenaza con quitarles lo poco que tienen y reemplazarlo con nada. Amenaza con ponerles cara a cara con la probreza de la vida cotidiana que ha estado de una forma u otra todo el tiempo.
Desde la Segunda Guerra Mundial, el avance del capitalismo - y la busqueda de la satisfacción a través del consumo que promueve - ha generado una larga serie de revoluciones juveniles de usar y tirar. Esta serie incluye teds, mods, rockers, hippies, skinheads, punks, la cultura de las raves y el mundo del hip-hop y el rap. Cada una de ellas propone su particular disposición de ropa, musica, drogas y conductas como una auténtica y exática alternativa a la miseria de los trabajos con poca especialicación necesaria, o sin ella, y las formas de vida que persiguen las gentes honestas y conformistas. Realmente, donde la tendencia principal de empleo y el comercio han, más o menos, abandonado un area - como lo han hecho con cada ghetto en Norte América - la cultura y la criminalidad de mora pueden parecer los unicos medios disponibles para evitar la pobreza y obtener un sentimiento de dignidad. Pero ninguna de estas rebeliones han supuesto la mínima salida del dominio global de la comodidad y su lógica. Solo han servido para asimilar más jóvenes en modelos aún más externos de pensamiento y acción, en más olas de cómodo consumo y producción. Los delinquentes de hoy día siguen estancados en su proceso pseudo-rebelde. Considerad, amigos mios, su ropa deportiva, sus zapatillas, gorras y joyería; las formas en las que andan, hablan, luchan, follan y se colocan; y su visión sobre en qué consiste la buena vida. ¿Todo esto no revela hasta que punto buscan ganar estatus y placer al actuar, variando un poco según donde se encuentren, en función de unos prototipos de ganster globales que la sociedad domiante les ha enseñado?
"Probablemente hay poco que hacer con las pelis de mafias que vemos. Como banda con un montón de droga o dinero. Ellos tienen las drogas, los coches guapos y las nenas, ese tipo de cosas... Mayormente nosotros lo sacamos de pelis y ese tipo de cosas." --- Un sueco adicto a la heroína.
Cosiderad, también, su implicación, íntegra y nerviosa, hacia la aprobación visible de sus amigos. ¿No muestra como el individuo está subsumido al dominio colectivo? A pesar de su desafío, los delicuentes viven esencialemente de forma muy parecida a como lo hacen los demás. Asimilarse a sí mismos bajo la imagen externa de la buena vida - y someterse a la colectividad - es una forma perfectamente común de existencia alienada en la sociedad existente. Los delincuentes están equivocados al asociar este estado de las cosas con autonomía, exitación, astucia y libertad. Pueden comprar frágiles autoesimas, palmaditas en la espalda y aceptación. Pueden, incluso, asegurarse precarios modos de suprvivencia. Pero pagan por ello con la común alienación de uno mismo.