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Una Causa Buena se Vuelve Mala

Los negocios ambientales están en auge pero el medio ambiente sigue en peligro. ¿Acaso el movimiento ambientalista ha perdido su esencia?

Alexis Rockman - Osmosis

Estamos siendo testigos de la mayor extinción masiva de plantas y animales desde la época de los dinosaurios. El calentamiento global sólo está agravando las cosas, de hecho, los científicos predicen que el cambio climático puede llevar a más de un millón de plantas y animales fuera de sus hábitats hasta provocar su extinción. Los científicos advierten, además, de que si seguimos por este camino, podríamos llevar a nuestra propia especie a la extinción.

La buena noticia es que el movimiento ambientalista está floreciendo. Hoy en día hay decenas de miles de grupos ecologistas haciendo una labor significativa en todo el mundo pero, sorprendentemente, algunas de las organizaciones más grandes y mejor fundadas parecen corporaciones y actúan como tales. Sus líderes tienen títulos tales como jefe ejecutivo y presidente del consejo y ganan salarios -completos con beneficios y cuentas de gastos- que los ponen en el uno por ciento más alto de los contribuyentes de los Estados Unidos. Ellos ganan más que el 99 por ciento de todos los contribuyentes americanos.

¿Cómo es posible que los negocios ecologistas estén en auge mientras el medio ambiente sigue en peligro? Resulta que los grandes negocios están involucrados en esto.

Hace dos años fui a trabajar para Conservation International, uno de los grupos ecologistas más preeminentes del mundo, pensando que estaría colaborando con uno de los chicos buenos a nivel global -una organización que lucha para salvar especies y sus hábitats en todo el mundo. Pero lo que encontré fue una corporación adicta a las donaciones corporativas, contando con ese dinero para mantener los programas y para pagar algunos de los salarios más altos en el mundo de las organizaciones sin fines de lucro. Como descubrí después, Conservation International y muchos otros grandes grupos ecologistas internacionales han perfeccionado una forma de malabarismo ético: mientras su misma existencia predica salvar la naturaleza, no dicen ni pío sobre los crimenes contra el medio ambiente de sus socios corporativos. Estos grupos se encargan básicamente de hacer el lavado verde de imagen a sus  contaminantes patrocinadores corporativos.

Considera estos hechos:

  • La compañía petrolera BP (antes British Petroleum) ha aportado millones de dólares a los grupos ecologistas y ha gastado cientos de millones en su campaña Más Allá del Petróleo en la que se jactan de ser líderes en el desarrollo de fuentes de energía solares, eólicas y otras fuentes de energía renovables. Sin embargo, el año pasado invirtió solamente un cuatro por ciento de sus gastos en estos proyectos.
  • BP está bajo probatoria hasta el 2010 como resultado del derrame petrolero masivo desde su oleoducto en la Ladera Norte de Alaska. Investigadores del gobierno de los Estados Unidos denunciaron a la compañía por negligencia en el mantenimiento de rutina que podría haber evitado el derrame. Sin embargo, no hubo un escándalo público por parte de los grupos ecologistas patrocinados por el conglomerado petrolero.
  • Hace ocho años, el Fondo de Defensa Ambiental (Environmental Defense Fund, EDF por sus siglas en inglés) se unió a Federal Express para desarrollar un camión híbrido que fue calificado de "revolucionario". FedEx prometió poner en circulación 30.000 vehículos con emisiones bajas de carbono para el 2013. Actualmente, FedEx tiene 170 de esos vehículos en circulación, menos del uno porciento de su flotilla de 80.000 vehículos terrestres. No obstante, Fedex y el EDF continuan presentando su aventura en conjunto como una "historia de éxito".
  • Finalmente, está la "historia de éxito" de Conservation International con su patrocinador corporativo Bunge Ltd., que ha salvado 120.000 hectáreas de sabana brasileña rica en especies. Sin embargo, Bunge es uno de los jefes financieros detrás de la expansión de las plantaciones de soja, contribuyendo anualmente a la deforestación de 2.2 millones de hectáreas de la sabana de los territorios de América del Sur, de acuerdo con las estimaciones de la misma Conservation International.

A pesar de la creciente evidencia de que este noviazgo corporativo está haciendo más por las grandes empresas responsables por la contaminación que por las especies en peligro de extinción, los grandes grupos ecologistas siguen adelante con sus "modelos de negocio".

Mi libro "Ecologistas S.A.: Una ambientalista, desde dentro, revela cómo una buena causa se ha vuelto mala" (Green, Inc.: An Environmental Insider Reveals How A Good Cause Has Gone Bad) pone al descubierto el negocio internacional de conservacion natural y salió a finales de septiembre, al tiempo que el sistema financiero de Estados Unidos caía en picado. Para principios de octubre, cuando la élite de la conservación en el mundo se encontró en Barcelona para su reunión más grande del año, los mercados internacionales colapsaban, difundiendo el pánico y la duda acerca de la prudencia de la economía desenfrenada del libre mercado. Pero los conservacionistas, los presidentes de las grandes empresas, los filantropistas billonarios, los cabezas de estado y las casas reales no parecen haber escuchado las noticias. En los salones de conferencia y de banquetes de Barcelona, la conversación se centraba en cómo los grupos ambientalistas deben convertirse en algo más parecido a las corporaciones. A bordo de un yate perteneciente a un príncipe saudita, el Presidente de la Unión de Conservación Mundial (World Conservation Union), Ted Turner, y otros VIPs "inspiraron al mundo" con jerga de la escuela de administración acerca de las "mejores prácticas" y las "historias de éxito" de acuerdo con el comunicado de prensa oficial. Robert McCormick, un profesor de economía retirado de la Universidad de Clemson, incluso comentó al New York Times que la única forma de "salvar" la naturaleza es poniéndole un precio.

¿Son estos acontecimientos una señal de que el movimiento, como algunos han sugerido, está muerto? ¿O, al menos, ha perdido su alma: su misma esencia y brújula moral? Aún no estoy segura. Mi libro ha inspirado a un gran número de críticos molestos e indignados porque me atrevo a cuestionar a las vacas sagradas del movimiento. Pero esos mismos periódicos electrónicos y blogs han atraído publicaciones que sugieren que aún hay esperanza. Un comentario en particular me conmovió y venía de una conservacionista en Indonesia, donde la deforestación desenfrenada no sólo está amenazando la continua existencia del orangután, sino que también ha convertido al archipiélago del sureste asiático en el tercer productor de gases de efecto invernadero del mundo.

"Me siento muy aliviada de que, por fin, alguien desde adentro hable acerca de esto" escribió, prometiendo que seguiría mis pasos.

Asumiendo que hay más gente que comparte el punto de vista de esta ambientalista indonesia, puede que aún no sea muy tarde para resucitar al movimiento ambientalista, en cuerpo y alma.

El libro de Christine MacDonald Green, Inc.: An Environmental Insider Reveals How a Good Cause Has Gone Bad (Ecologistas S.A.: Una ambientalista, desde dentro, revela cómo una buena causa se ha vuelto mala) se publicó en otoño de 2008.

Original title: 
A Good Cause Gone Bad